Bruno von Ehrenberg


 
PRÓLOGO
Este es un manual de sugerencias realizado en base a ideas y sentimientos que ya crecen espontáneamente en los cinco continentes, especialmente en América. Ideas y sentimientos que día a día se abren paso y hacen temblar toda estructura convencional hasta hoy en pie.
Este manual habla de la Revolución total, acerca de una sociedad nueva y de un hornbre nuevo. Mejor dicho, habla de las posibilidades de que ésto suceda.
La naturaleza y la historia se desarrollan hacia la libertad, pero innumerables son los caminos de la liberación.
Este manual no es por consiguiente un tratado. Cualquier tratado sobre la liberación revela además de insolencia, falta de fe en las posibilidades creadoras de los hombres y mujeres que se sienten verdaderamente revolucionarios y profundamente libertarios.
Romper las viejas tablas es romper también los tratados y los sistemas.

H. van Doren
Los Andes, marzo de 1971


    Prólogo
    La situación prerevolucionaria de Latinoamérica
    El socialismo libertario
    El ámbito en que surgen las nuevas generaciones
    La dialética generacional
    Corrientes desviatorias de las nuevas generaciones
    Revolución y liberación
    Pasaje de la sociedad socialista a la libertaria
    El derrumbe de las ideologías y la acción política
    Pacifismo y derecho a réplica
    Los grupos espontáneos
    Organización política de la nueva izquierda
    Defensa síquica y revolución interior
    Conclusión
    Agregado del Movimiento Libertario
Manual del Poder Joven - H. van Doren
 
LA SITUACIÓN PRE REVOLUCIONARIA
DE LATINOAMÉRICA



El asentamiento de EE.UU. en áreas distantes a su territorio de natural influencia, se explica más por razones estratégicas de tipo global que por razones de inmediata conveniencia económica, aunque éstas lógicamente no dejan de contar. Aunque el imperialismo se viera forzado a replegarse y a abandonar sus áreas de influencia estratégica, lucharía hasta el fin por defender su base "natural" de asentamiento. Es decir, por mantener bajo su control a Latinoamérica.
Si lo anterior está planteado correctamente, parece irracional mantener como substanciales las viejas tesis de la insurrección guerrillera en nuestro continente.
Sin embargo, ¿cómo ha sido posible el fenómeno de la revolución cubana en las puertas de EE. UU.?
Suponiendo que la revolución cubana no haya prestado un servicio indirecto (y por cierto no intencional) al imperialismo al polarizar a la burguesía latinoamericana bajo una dirección más rígida, no ha podido acelerar tampoco el proceso revolucionario en nuestros pueblos.
La realidad indica más bien que el militarismo creciente está ahora santificado por la "defensa continental frente a la agresión comunista" (?). Cada foco revolucionario en cualquiera de nuestros países es una nueva justificación para el armamentismo y el crecimiento de las fuerzas de represión.
La crisis de los cohetes dejó aclarado que lo que estaba en juego no era disputarle a Estados Unidos su influencia en el área, sino legitimar la existencia del régimen de Fidel, produciendo luego la URSS, su repliegue. De tal modo quedó ésto a las claras, que los yanquis no perdieron siquiera su dominio en Guantánamo.
En estos momentos que vive nuestra Latinoamérica, algunos sectores de las izquierdas nacionales para alentarse en la lucha contra el imperialismo, han relacionado la situación actual con la de la emancipación frente a la Corona de España. Incluso han llevado la asociación de ideas y de circunstancias tan adelante como para designar a sus organizaciones con nombres de aquellas épocas, por ejemplo, "Tupamaros", "Montoneros", etc. y han dado importancia al folclore nacional como acto y sentimiento de afirmación frente al coloniaje al par que dialécticamente han respondido con tonos nacionalistas a las acusaciones de la burguesía que siempre los motejó como fuerzas de "inspiración foránea".
Las experiencias de la emancipación americana demuestran que nuestros pueblos sacudieron su yugo en el pasado y retomar aquella conducta de liberación, profundizando con el estudio y la comparación de esos antecedentes, alienta positivamente en la lucha.
No obstante -y en vista a la real comprensión de este momento-, debemos decir que la situación de nuestros pueblos frente a EE.UU. no es ni remotamente parecida a la que vivieron frente a España: viejo imperio en desintegración, cercado por Napoleón, restringido en los mares, desarticulado en su comercio y disputado en sus propias colonias por potencias de empuje creciente.
Obviamente, América fue para España su área de influencia, pero no su base de asentamiento, situación radicalmente opuesta a la de Latinoamerica con respecto a Estados Unidos.
Los movimientos de liberación
La agudización de las contradicciones internas en la comunidad latinoamericana, producida por un incontenible aumento demográfico no proporcional a la disposición de bienes (por succión directa del imperialismo creciente en sus necesidades y por la irracionalidad de la estructura socio-económica, que impide una mejor organización de la producción), lleva día a día al empobrecimiento de las masas campesinas que emigran a los centros urbanos formando un subproletariado industrial no asirnilable por las grandes ciudades.
La pobreza se acentúa en el campesinado, en el subproletariado y en la clase media que se proletariza a medida que crece la industria y se concentran los monopolios.
Tal situación hace que la clase media en descenso logre concientizar relativamente su situación, generando movimientos tibiamente reformistas que no solucionan en definitiva sus problemas.
Los movimientos obreros, que al comienzo demandan una mayor participación en los beneficios, producen por sí mismos mutuales y entidades de protección capitaneadas por personeros del régimen, mientras persuaden a los dirigentes de los cuadros intermedios a alejarse de toda función "extrasindical".
Esta nueva contradicción polariza a importantes sectores en luchas desviadas y estériles, enfrentando en ocasiones a vastos sectores reformistas de la clase media contra la fuerza sindical mediante actitudes hostiles de los estudiantes, intelectuales, profesionales y técnicos. A las claras se ha visto ésto una y otra vez en la oposición lanzada a los gobiernos de corte populista respaldados por los sindicatos. Sucedió en la época de Perón en Argentina y sucede hoy en Perú y Bolivia. Esperemos que la misma situación no cunda en Chile.
Aunque globalmente el trasfondo de Latinoamérica sea el mismo, la realidad de las regiones impone análisis particulares, que explican las diversas soluciones intentadas en distintos lugares frente al "punto muerto" de la situación general.
La primera solución fue dada en Cuba y en base a ese esquema, algunos sectores juveniles de la clase media comenzaron su radicalización, produciendo contradicciones en el seno de estructuras aparentemente revolucionarias como el Partido Comunista.
Es interesante comprobar que el resquebrajamiento del P.C. en casi todos los países de Latinoamérica comienza luego de la revolución cubana y en la lucha generacional que establecen las federaciones juveniles contra la conducción caduca. Desde luego que también aquí se refleja la contradicción mundial de líneas prosoviéticas y prochinas y que es parte de la dinámica de la historia.
No es necesario rastrear muy lejos para comprobar la tendencia rnaniquea en el seno y al comienzo de todo fermento revolucionario. Ya divergían los menches y los bolcheviques, luego los estalinianos y los trotskystas…
Lo cierto es que los partidos comunistas en casi toda Latinoamérica sufren el proceso de desintegración merced a la canalización de las fuerzas juveniles en los cauces de la acción directa.
La accion directa a su vez, falló en el F.L.N. de Venezuela, en las guerrillas campesinas de Colombia, en Cuzco y Mesa Pelada, en Salta y finalmente en Bolivia con el Ché Guevara. Con ese saldo, el P.C. pretendió ganar prestigio frente al "aventurerismo" de los guerrilleros, pero en realidad continuó su alejamiento de las nuevas generaciones, que reconsideraron sus esquemas de lucha y comenzaron a polarizarse en la guerrilla urbana.
La mejor experiencia fue sin duda la de los Tupamaros en Uruguay, que desde 1963 comenzaron a crecer nucleando a técnicos jóvenes, estudiantes e independientes revolucionarios de la más diversa gama. Desde ex afiliados al P.C. hasta anarquistas decepcionados por la asimilación de sus grupos en instituciones del tipo de la comunidad Sur de Montevideo. La organización de las ligas campesinas al estilo de Chico Juliao en el nordeste brasilero o las organizaciones de los cañeros de Sendic en Uruguay al fracturarse, orientaron a muchos de sus dirigentes en la línea de la guerrilla urbana.
Al observar este proceso objetivamente surge la pregunta: ¿dónde está el proletariado urbano y campesino en las confrontaciones de la acción directa?
El proletariado está en una lucha distinta, aunque lucha al fin y hasta tanto no se tenga conciencia de esta realidad no se comprenderá a dónde apuntan en definitiva las alianzas obrero-estudiantiles o las declamaciones de los pequeño-burgueses intelectuales vacilantes, tan proclives a idealizar a las masas mientras reciben sus títulos universitarios y se asimilan al sistema llenándose de créditos en una búsqueda desvergonzada de status.
Suponiendo que la guerrilla urbana triunfara en Uruguay (y que fuera respetada por la pinza de Brasil y Argentina), tal solución no podría ser exportada a otros países aunque revitalizaría el proceso por un tiempo.
Suponiendo que no triunfara, qué pasaría entonces con las nuevas generaciones hoy por hoy conmovidas, expectantes y en alguna medida dispuestas a seguir el ejemplo?
¿Qué pasaría si el MIR en Chile tuviera que desarmarse frente a la coalición de la izquierda de Allende?
Si de una manera u otra hemos asistido a la liquidación de la guerrilla campesina y estamos observando el resquebrajamiento de la guerrilla urbana, quedará sólo la opción de que la izquierda izquierda joven se institucionalice nuevamente en estructuras partidarias (de las que un día se alejara, con el afán ahora de profundizar la revolución en gobiernos a la peruana, boliviana o chilena), o que genere nuevas formas de lucha cuya condición sea no haber sido intentadas jamás hasta ahora.
La primera opción nos hace preguntar: ¿dónde termina el espíritu revolucionario y comienza el oportunismo?
La segunda: ¿cuál es la condición de la lucha revolucionaria, sin antecedentes en Latinoamérica?
Ahora bien. Si los grupos de acción directa no se desarman no obstante el triunfo de las izquierdas reformistas y se robustecen como el brazo armado de la Revolución, justificando su vigencia como protección y antidesviación del nuevo gobierno, pueden acelerar el proceso de socialización aún en el marco de un régimen logrado por vía de las urnas; pero antes o después surgirá la confrontación armada dentro del sistema. Y si en el peor de los casos no se instala un gobierno reformista, el desgaste parece fatal.
La Iglesia y el Ejército
Los curas del tercer mundo hablan de revolución, pero siguen siendo curas. Es decir, se mantienen dentro de una estructura milenaria opresora que en muchísimas situaciones jugó a la división interna capitalizando a sectores en lucha, pero manteniéndose como síntesis y santificando cristianamente a las fuerzas oponentes.
De todas maneras, la deserción en Ia Iglesia Católica y la falta de vocaciones habla a las claras de un proceso no racionalmente planificado, sino más bien producto del desgaste. Son precisamente las nuevas generaciones las que desertan y también ellas las que no ingresan a los Seminarios.
Así y todo, los curas del tercer mundo suelen ser jóvenes y éso les da un cierto prestigio revolucionario. Pero, se parecen mucho a los jóvenes que se quedaron en el P.C. cuando los revolucionarios se alejaron para empuñar las armas... Camilo Torres, no era ya cura cuando marchó a la guerrilla.
Quiero decir: No puede confiarse en el que se mantiene dentro de una estructura reaccionaria mientras predica la revolución. Sí en cambio, en aquel que comienza por cortar sus vínculos con la conducción del armatoste conservador.
El Ejército, a su vez, puede producir modificaciones de importancia en la estructura económica de un país subdesarrollado y puede también, ser la vanguardia de un proceso de reivindicación social como se demostró en el tercer mundo con Nasser y Perón. Pero hasta qué punto puede canalizar el empuje revolucionano de las nuevas generaciones, considerando que los golpes con sentido nacional y de corte populista, suelen operarse desde el nivel de coroneles?
El proletariado y las fuerzas sindicales
Formidable coalición: el Ejército, la Iglesia y las fuerzas sindicales. Perón logró esta coincidencia, pero provisoriamente. En aquel entonces los sectores "democráticos" se coaligaron contra el "avance fascista" y los estudiantes hicieron el juego a la reacción.
Ahora esa coalición está quebrada en toda Latinoamérica.
La sindicalización del obrero es un hecho creciente e independiente de las otras dos fuerzas. Su vigor es cada vez rnás arrollador. Pero la realidad nos indica que si en los países de gran consumo los sindicatos son fuertes sostenedores de "lo establecido", en los países subdesarrollados luchan por lo que la clase obrera ya logró en los de gran consumo.
Su dinámica es revolucionaria en la medida en que luchan por obtener beneficios justos sin que las condiciones de cada país latinoamericano lo permitan. Esta no-coincidencia permite reivindicaciones restringidas hasta que fatalmente la presión social opera un cambio de esquema y se impone un gobierno populista (que a la larga no lesiona los intereses del imperialismo, pero por lo menos sienta premisas de un nuevo nivel de lucha).
Todo el juego de fuerzas sindicales se desarrolla dentro del marco de posibilidades que da el sistema, porque el movimiento obrero será más fuerte y organizado en la medida en que un país se industrialice, e inversamente, los gremios y sindicatos no podrán presionar con suficiente vigor si no existen fuentes de producción uniformadoras de la clase trabajadora.
No obstante, existen casos en países que, como Chile y Bolivia, agremian a grandes masas merced a industrias extractivas de interés para el imperialismo. Pero se verá que en la medida en que esas fuentes se nacionalicen, la lucha obrera no será ya por la revolución socialista sino por la elevación de jornales y por la equiparación de remuneraciones con el operario especializado de las ciudades.
De todas maneras, el cinturón proletario que rodea a los grandes núcleos urbanos, es un importante factor de tensión social y todo régimen que se imponga deberá controlarlo y dirigirlo, directa o indirectamente, mediante confederaciones o centrales de trabajo. Esto hace surgir una casta de dirigentes que en inestable alianza con el régimen en vigencia, puede llegar a no traicionar a sus compañeros en cuanto a lucha por reivindicaciones inmediatas, pero que fatalmente los traiciona como clase en la medida en que no los dirige hacia la revolución socialista.
Lo anterior hace pensar que si tal casta surge, es porque el mismo proletariado, de algún modo, canaliza a través de ella sus demandas.
La aparente coincidencia entre obreros y estudiantes desaparece en la acción por la reivindicación concreta. Pero existen especiales momentos en que la coincidencia desencadena fuerzas de singular vigor, como sucedió en Francia en las jornadas de mayo, en Japón, en EE. UU., Alemania, Méjico y Argentina.
Sin embargo, esa fuerza súbitamente desencadenada, estuvo en manos del estudiante y del obrero joven manifestándose como bloque de acción, sin ideología precisa, soldada generacionalmente y no en cuanto clase.
¿Qué hace que súbitamente en Latinoamérica estallen esos volcanes juveniles al mismo tiempo que en otros continentes y países cuyas condiciones objetivas son tan diversas?
Tal vez estemos asistiendo a un fenómeno completamente nuevo, imposible de interpretar con los moldes clásicos que nos proponen las teorias sociopolíticas del siglo XIX.
La lucha generacional
Un escándalo de proporciones conmovió al filisteísmo universal.
En China Popular, Mao había desencadenado la Revolución Cultural. Una revolución dentro de otra. La vanguardia de acción estaba en manos de los jóvenes. Jóvenes de hasta 13 años: los guardias rojos.
También en China explotó el volcán y lanzó sus lavas por encima del país como en otras partes del mundo. Sólo que allí se registró el único caso de dirección de esa fuerza joven.
La protesta juvenil se alza en todas las latitudes: desde los "disconformes" soviéticos a los "panteras negras" de los Estados Unidos.
¿Cuál es el ideario de esta generación que escarnece a la burguesía y hace lanzar grititos histéricos a los hombres serios del viejo socialismo?
¿Cuál fue el ideario de Fidel, Raúl y el Ché, cuando andaban por los 30 años y emprendían la invasión a Cuba?
¿Cuál es el ideario de los Tupamaros, del M.I.R., el de las jornadas de mayo, el del cordobazo?
Ningún ideario, salvo cambiarlo todo!
Se dirá que luego fueron surgiendo programas y eso es cierto. Pero luego. Lo real, auténtico y original fue en todos los casos el lanzamiento a la acción sin esquemas previos. La primacía de la acción sobre la teoría.
Decir: «la imaginación al poder» es pedir algo mucho mas vaporoso que: «por el aumento de salarios» o «bajen el precio de los artículos de primera necesidad».
Parece que la misma dinámica de la acción de las nuevas generaciones hace surgir programas, pero no previamente, en manifiesta dialéctica vital contra el especulacionismo y las formulaciones de las viejas generaciones.
Lo que sí está claro es que la nueva generación está en lucha manifiesta con las anteriores y además, contra la imagen total del mundo que ha tenido vigencia hasta estos dias. Y esta fuerza nueva, en la medida en que vaya cobrando conciencia de sí misma, irá rechazando también los esquemas revolucionarios de las viejas generaciones, convirtiendo en ideal lo que hasta ahora ha sido desconfianza.
Es presumible que las nuevas generaciones darán a luz su propio esquema revolucionario sin pedir herramientas prestadas a aquellos tan amigos de dirigir, interpretar o utilizar a las corrientes juveniles.
Aquí está surgiendo algo insólito y es que las nuevas generaciones se autoafirman y no se consideran ya simples fuerzas mecánicas movidas por una abstracta necesidad histórica.
Han descubierto que la subjetividad no depende ya de las condiciones objetivas, sino que las modifica. Por eso son realmente creadoras y por eso desdeñan todo esquema y no desean enrolarse en las eternas huestes controladas por los de mayor edad.
Poco a poco cunde la realidad, fríamente estadística, de que en Latinoamérica el 60% de la población es menor de 25 años. De que los niños, considerados hasta ahora mercado potencial de consumo, son también los jóvenes potenciales cuyos hermanos están despertando a una conciencia planetaria unificadora.
¿Qué hacer? Sólo unificar a la nueva generación sin programas, sin esquemas adocenados. Que de ese fenómeno de unidad juvenil, de ese instinto de coetaneidad, se irá generando en el proceso la ideología adecuada.
Técnicamente hablando: ¿cómo puede unificarse a la nueva generación sin programas, sin objetivos concretos?
He aquí el reto lanzado a la capacidad creadora de los jóvenes.
El cambio interior
Si bien el proceso histórico marcha al ritmo que imponen las generaciones en su dialéctica por la apropiación del mundo, cada individuo cuenta para sí mismo como sujeto y es herramienta de transformación para sí y para otros, en la medida en que tome conciencia de las circunstancias en que vive y se autoafirme (no se autoniegue) queriéndose mejor en un mundo mejor para todos.
Los cambios de estructura social hasta ahora no revelan la formación de un nuevo hombre, sino de una sociedad nueva que conserva las mismas estructuras mentales del mundo viejo.
Inversamente, aquéllos que trataron de cambiar al hombre para luego (con hombres "nuevos") cambiar la sociedad, sucumbieron como élite cerrada sin arraigo en las masas.
Hoy se trata de cambiar al hombre y a la sociedad en un sobreesfuerzo simultáneo.
Los viejos cuentos de las causas y los efectos hoy aparecen como postergaciones a lo problemas de urgencia. De tal modo que vivir en cualquier sociedad esperando o actuando por el cambio de uno de los términos, con la fe puesta en un futuro venturoso que nunca se logra, tiene acordes de mistificación.
A estos movimientos que hoy surgen no les basta con crear condiciones para cambiar la estructura mental del hombre de hoy; o la estructura social, separada de los problemas existenciales de todo rnilitante.
De acuerdo a ésto, el hombre nuevo no surgirá después del cambio social sino simultáneamente, si existe una praxis de cambio interno, orientada por el ideal libertario de la revolución total.


 



Manual del Poder Joven - H. Van Doren
Es propiedad del autor.
Derechos reservados para todos los países
Inscripción Nº 39.187
Primera edición 10 de mayo de 1971

se terminó de imprimir el 10 de mayo de 1971
en los talleres de Soc. Impresora
Camilo Henríquez Lta.,
General Gana 1415 - Santiago de Chile

1 comentario:

  1. Un saludo: me gustaría ponerme en contacto con Bruno von Ehrenberg. Mi correo es antoineyeste@gmail.com.
    Gracias.

    ResponderEliminar